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El poder de las pequeñas cosas

La innovación con mayúsculas, el esfuerzo en I+D+i, parece a veces potestad sólo de grandes corporaciones o empresas tecnológicas que acometen grandes inversiones para dar un salto cualitativo y de resultados en la evolución de su negocio, a veces transformando un sector en su conjunto. Sin embargo, la cultura de la innovación debería presidir, en una dimensión más pequeña, la actividad de cualquier empresa que desee avanzar y seguir mejorando, sin importar su tamaño. Esta reflexión también surgió del debate celebrado en la mesa redonda sobre el sector de la distribución profesional de material eléctrico, que organizó recientemente Cuadernos de Material Eléctrico.

Entre otros análisis, en este encuentro se dejó traslucir que la lucha por la supervivencia en estos últimos seis años –en los que al parón de la construcción se sumó una crisis financiera global que acabó convirtiéndose en una crisis de deuda pública y de solvencia– motivó que en muchas empresas del sector eléctrico se dejaran de lado otros aspectos y se abordara como una obsesión la reducción de costes a toda costa para poder reajustar las estructuras ante la bajada brusca de la demanda; lo urgente era esquivar las amenazas con el fin de resistir.

Sin embargo, una organización tiene en su interior tantas parcelas y áreas de trabajo que la innovación se puede aplicar en cualquiera de ellas para lograr mejores resultados: bien sea en logística, bien en la relación comercial y de atención a los clientes, en la optimización de los procesos internos (que tantas veces suponen un obstáculo para el crecimiento de una empresa), en la comunicación interna y externa, en las condiciones laborales, etc. El concepto de micro-innovación, como señalábamos en el anterior post, cobra aquí su significado más claro.

Además, es un elemento en el que pueden participar los miembros de una plantilla, realizando sugerencias e interviniendo en la toma de decisiones. El mundo anglosajón tiene muy interiorizado esta idea, que permite una mayor implicación del trabajador en los procesos de una empresa con el afán de mejorar de manera constante. De hecho, innovar es también incentivar al empleado para que se sienta verdadero partícipe de la evolución de una compañía. No en vano, en la citada mesa redonda también se dijo que, en general, en el sector del material eléctrico no se había sabido retener el capital humano, conservar el talento, y que se generara en el trabajador apego a una marca, a una empresa.

“Todo el mundo trata de realizar algo grande, sin darse cuenta de que la vida se compone de cosas pequeñas”, decía el dibujante y escritor estadounidense Frank A. Clark, y en este sentido, en el plano empresarial, es más operativo y asequible emprender acciones a escala reducida, identificando áreas de mejora, que emplear muchos esfuerzos en pos de la gran innovación que nos hará descollar en el mercado. Muchas veces, el valor diferencial está en la suma de los detalles, sobre todo en el ámbito de las pymes.

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