Para entender qué está pasando en la red eléctrica de España, viene muy bien mirar cuál ha sido la evolución de la red en California en estos últimos cinco años. Inspirándome en el excelente especial interactivo del Financial Times –How mega batteries are unlocking an energy revolution-, exploro el papel creciente de la tecnología de almacenamiento en grandes baterías en la revolución energética global. Todas las imágenes de este post están extraídas de ese artículo.

En un mundo cada vez más electrificado y dependiente de fuentes renovables variables, como la solar y la eólica, surge un reto clave: cómo equilibrar oferta y demanda en tiempo real. La producción renovable no siempre coincide con los momentos de mayor consumo, y los sistemas eléctricos necesitan mecanismos que permitan almacenar energía cuando sobra y liberarla cuando falta.

Aquí es donde entran en escena las megabaterías: sistemas de almacenamiento a gran escala que ya no son simples “pilas gigantes”, sino auténticos elementos estructurales de la red eléctrica. Actúan como reguladores de frecuencia, amortiguadores de picos de demanda y aliados indispensables para lograr sistemas 100 % renovables.
1. Un impulso que nace de la necesidad
Redes bajo presión
El almacenamiento a gran escala no es una moda: surgió como respuesta a crisis reales. En agosto de 2020, California sufrió apagones por una ola de calor que disparó la demanda y tensionó la red hasta el límite. Fue una llamada de atención, puesto que el sistema necesitaba herramientas para “guardar” la abundancia renovable del mediodía y usarla en las horas críticas de la tarde.
Algo similar ocurre en muchos países con alta penetración solar: durante el día, se produce más electricidad de la que se consume y, sin almacenamiento, esa energía se pierde o se sustituye por energías fósiles en las horas punta.
Tecnología más barata y eficiente
La segunda gran razón es económica. Desde 2010, el coste de las baterías de ion-litio ha caído un 90 %, y su densidad energética ha mejorado enormemente.
Un contenedor estándar, que hace unos años almacenaba 3 MWh, ahora supera los 5 o 6 MWh, y ya hay desarrollos que apuntan a 10 MWh por contenedor. A esto se suman nuevos diseños modulares que reducen los tiempos de instalación: Tesla, por ejemplo, afirma poder desplegar 1 GWh en solo 20 días, una capacidad suficiente para alimentar decenas de miles de hogares durante una hora.

2. Un fenómeno global
El despliegue de megabaterías es global, pero hay dos países en cabeza: Estados Unidos y China, que concentran cerca del 70 % de la capacidad instalada.
- En China, la expansión de renovables, los centros de datos y la electrificación industrial están disparando la demanda de almacenamiento.
- En Estados Unidos, el auge viene impulsado por incentivos federales, la caída de precios y la necesidad de estabilizar redes envejecidas.
Australia, Reino Unido, Chile o Arabia Saudita también están sumándose con proyectos a escala de gigavatios. Las cifras hablan por sí solas: en 2025, la capacidad global crecerá un 67 % respecto al año anterior, y se espera multiplicar por diez antes de 2035.

3. Las múltiples funciones de las megabaterías
A diferencia de otras infraestructuras energéticas, las megabaterías son multitarea. Se las conoce como “la navaja suiza del sistema eléctrico” porque pueden cumplir varias funciones al mismo tiempo:
- Equilibrio instantáneo: absorben energía cuando sobra (por ejemplo, a mediodía, cuando la fotovoltaica produce su máximo diario) y la devuelven cuando falta, suavizando las curvas de generación y consumo.
- Estabilidad de la red: regulan frecuencia y tensión, aportan potencia de arranque en caso de apagón (“black start”) y ayudan a descongestionar líneas saturadas.
- Modulación de precios: almacenan cuando la electricidad es barata y la venden cuando es cara, generando ingresos en los mercados mayoristas, reduciendo el impacto de la “curva del pato”.
- Reserva y respaldo: actúan como colchón ante fallos abruptos, reduciendo la dependencia de centrales de respuesta rápida que utilizan combustibles fósiles.
- Aplazamiento de inversiones: en zonas donde reforzar la red sería costoso, las baterías pueden ayudar a gestionar la demanda localmente y aplazar grandes obras.

4. Modelos de negocio: más allá de la tecnología
La clave para que estas instalaciones prosperen no es solo técnica, sino también económica. Una batería puede operar en varios mercados simultáneamente (servicios de red, arbitraje, reservas, etc.), lo que se conoce como stacking de ingresos. Si solo se dedica a una función, la inversión suele no ser rentable; combinando varias, el modelo mejora mucho.
En algunos países, se utilizan contratos tolling, en los que el propietario cede la operación a un tercero (por ejemplo, el operador de red) a cambio de un ingreso estable, similar a un arrendamiento. Sin embargo, persisten obstáculos:
- Regulación incierta: muchos proyectos tienen horizontes de 15-20 años, pero la política energética cambia cada legislatura.
- Doble peaje: en algunos mercados, las baterías pagan por extraer y por reinyectar energía, reduciendo los márgenes de beneficio.
- Costes operativos y riesgos: aunque cada vez más seguros, los sistemas deben gestionar degradación química, mantenimiento y posibles incidentes.
5. Retos técnicos y regulatorios
Escalabilidad tecnológica
Como se ha indicado al principio del post, los costes de las baterías de iones de litio han bajado un 90 % desde 2010, una caída que, según Artem Abramov, subdirector de investigación de la consultora energética Rystad, probablemente continuará.
Equipada con cientos de potentes baterías, una unidad de almacenamiento estándar, el contenedor de 6 m. de longitud (15 contenedores ocupan ~ 1.000 m2), proporcionaba antes entre 3 y 4 MWh. Ahora suelen suministrar entre 5 y 6 MWh, y varios proveedores están desarrollando contenedores de 10 MWh, suficientes para abastecer de energía a unos 30.000 hogares durante una hora.
Las baterías de ion-litio dominan hoy, pero no son la solución universal. Para cubrir necesidades estacionales o de varios días, se exploran alternativas como baterías de flujo, hierro-aire o metal líquido, además de otras tecnologías como bombeo hidráulico o almacenamiento térmico.
Normas que se adaptan lentamente
En muchos países, las regulaciones eléctricas aún no contemplan plenamente el almacenamiento como un actor del sistema. Faltan reglas claras para su remuneración en todos los mercados y, en Europa, la armonización avanza muy despacio.
Seguridad y aceptación social
Aunque los incidentes son raros, los riesgos de incendio han generado preocupación pública. Las nuevas generaciones de baterías incorporan aislamiento químico, sistemas de supresión avanzados y protocolos más estrictos para ganarse la confianza de las comunidades locales.
Conexiones a la red
En paralelo al boom renovable, se acumulan solicitudes de conexión que saturan a los operadores. Retrasos de meses o años pueden frenar proyectos, incluso cuando la tecnología está lista. Este es el caso, desgraciadamente, de nuestro país.
6. España y Europa: terreno fértil
Nuestro país es un candidato natural para liderar el almacenamiento en Europa:
- En verano, la abundancia solar provoca precios negativos en el mercado mayorista: una oportunidad perfecta para almacenar barato y vender más tarde.
- El apagón ibérico de abril de 2025 reabrió el debate sobre estabilidad de tensión y arranque en negro del sistema. El Gobierno ya prepara reformas para remunerar estos servicios.
- La nueva legislación europea abre la puerta a que el almacenamiento compita en igualdad de condiciones con otras tecnologías.
- En el “cinturón solar europeo”, la combinación solar + baterías puede convertirse en un pilar de competitividad energética.
Eso sí, es necesario eliminar barreras y clarificar el marco regulatorio para atraer inversión masiva.
7. Conclusión
Las megabaterías están dejando de ser una curiosidad tecnológica para convertirse en la columna vertebral de los sistemas eléctricos del futuro.
Actúan como estabilizadores, facilitadores de renovables e impulsores de nuevos modelos energéticos. Su despliegue se acelera gracias a la caída de costes, el avance técnico y la urgencia climática. Pero para que alcancen su pleno potencial, se necesitan reglas claras, modelos de negocio flexibles y planificación coordinada.










