El móvil se está convirtiendo en uno de los bienes más preciados y no somos capaces de salir de casa sin él. Tanto, que estamos dejando de comunicarnos personalmente. Nuestros hijos en un futuro cercano no van a saber hablar con nadie “cara a cara” y, por supuesto, tendrán ciertas dificultades en las relaciones personales.
Es cierto que los teléfonos móviles ayudan a comunicarse rápida y fácilmente. Es tranquilizador pensar que con una llamada podemos acceder a ayuda cuando lo necesitamos, pero también nos obliga a estar siempre localizados, recibir llamadas a cualquier hora y lugar, ocasionando una sobrecarga innecesaria. Además, nos sentimos obligados a contestar el teléfono, whatsapp o redes sociales. La tecnología, en este caso, actúa en contra de una relación personal.
Todavía hay algunos (¡haberlos haylos!) que se resisten a vivir atados a un aparato tan esclavo como el móvil. Sus razones son diversas, pero la primera es el elevado coste de adquisición y de uso. Además, no nos conformamos con uno normal sino que deben ser inteligentes (los denominados smartphones), con muchas aplicaciones y funciones que nos hagan la vida más fácil y entretenida. ¡Ah!, y cada dos años hay que cambiarlo por otro más moderno y de más prestaciones. Con lo que contribuimos a elevar la contaminación al aumentar el número de aparatos en el vertedero.
Soy de la opinión que relacionarse con las personas requiere contacto, tiempo y empatía, algo que el móvil no me permite. Los móviles inhiben la soledad, la reflexión y la meditación. Algo que considero esencial para la vida. El móvil está acabando con el aburrimiento y, por tanto, con el tiempo de poner la mente a pensar y a crear.
Leía hace pocos días que en algunos restaurantes de Nueva York, si depositas el móvil en la recepción, te hacen descuento en la factura. La explicación es sencilla, porque si entras con el móvil a comer tardas del orden de una hora y veinte, y sin el aparato en 55 minutos estás listo. Así, les permite rotar las mesas y dar más comidas.
Yo redirijo los whatsapps a conversaciones telefónicas y éstas, siempre que puedo, a reuniones en persona. Me niego a perder el tiempo pulsando teclitas y a transmitir mis emociones por emoticonos.
Por cierto, a la hora de la comida y sentarnos en la mesa, ¿dónde se coloca el móvil, a la izquierda o a la derecha?
¡¡Que seáis buenos!!
Hola Tomas
Me ha encantado este post. No hace tanto tiempo yo salía de viaje el lunes y llamaba a la fábrica el miércoles por la mañana desde el fijo del hotel. Y todo funcionaba correctamente. Hoy podríamos salir desnudos a la calle y no tendríamos la sensación de ir desnudos tanto como si salimos sin el móvil.
Por cierto, a la hora de la comida y más si comes acompañado, el móvil en silencio y en el bolsillo. Un abrazo.
Hola Tomas,
No cabe duda de que cada vez estamos más inmersos en el mundo de las tecnologías.
Como diría Charles Darwin en su teoría de la evolución: “La supervivencia es del más apto”. Incluso el más preparado y dispuesto, creo yo.
En el caso de los teléfonos móviles, tabletas y ordenadores se ha desarrollado una dependencia, en algunos momentos, casi total. Estos dispositivos como tu bien dices nos coarta la comunicación personal “vis a vis” pero por otro lado no permiten establecer una relación “non stop” tanto a nivel personal con la familia y amigos así como con los clientes, en este punto quiero recordar la necesidad que tenía, hace unos años, de todo comercial de establecer unos lazos lo más cercano posible con sus clientes, casi como si fueran de la familia, para no perder una posible venta.
Debemos comprender las nuevas tecnologías como una herramienta a nuestro servicio y no convertirnos nosotros mismos en herramientas de las nuevas tecnologías.
Porque, compañero, como dice el refranero: “Hay un sitio para cada cosa y cada cosa tiene su sitio”.