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No tengáis miedo

Por Tomás Simón

Traigo a colación una de las famosas frases de Juan Pablo II, pero con la finalidad de hacernos reflexionar de manera profunda. ¿Cuántas veces al día, cada uno de nosotros, sentimos un “algo” difícilmente explicable antes de tomar una decisión o de firmar un documento, por ejemplo? Pues bien, ese “algo” lo podríamos denominar miedo.

Todos, y especialmente quienes buscan desempeñar cualquier tipo de liderazgo, sentimos miedo. Miedo a perder nuestra posición de poder o de afecto, miedo al fracaso, a equivocarnos, miedo al rechazo, a hacer el ridículo, a lo que piensen los demás. En mi opinión, este miedo es necesario porque si no lo tuviéramos no valoraríamos ni el peligro ni los riesgos que asumimos en cada momento. De esta forma, podemos reconocer lo que nos pone en riesgo y decidir si debemos asumirlo o no.

Por supuesto, no pretendo con este post realizar ninguna afirmación rotunda sobre el miedo y sus consecuencias, porque para eso hay profundos estudiosos de la gestión del miedo, como Pilar Jericó, entre otros. Pero sí decir lo que pienso en base a mi experiencia al respecto.

El miedo es una emoción con la que se nace, pero que se va desarrollando y moldeando a través de la educación que recibimos en nuestras casas y de la cultura en la que vivimos. Todo lo que nos interesa y motiva lleva asociado un riesgo y también miedo (recomiendo que os releáis el cuento de “Juan sin miedo”). Creo que los dos van juntos, el riesgo y el miedo, y no existe uno sin el otro. Por citas algunos ejemplos, cuando vamos a cambiar de trabajo, cuando se produce una separación de pareja, cuando nos enfrentamos a situaciones nuevas…, tenemos miedo. Hay que tener en cuenta que “el miedo es el gran inhibidor de la iniciativa”.

En este sentido, nos hemos criado en una cultura latina que lleva consigo que nos preocupe la aprobación del grupo y el entorno. Nos cuesta hablar en público, aprender idiomas y expresar opiniones diferentes a las escuchadas por las personas que nos rodean. Por ello, solemos arrepentirnos más de lo que “no hemos hecho” que de “lo hecho”.

El miedo hay que afrontarlo y aceptarlo para superarlo y darnos cuenta que nos ayuda a superar situaciones en todos los ámbitos de la vida. El miedo nos hace salir de nuestra zona de confort y debemos aprovecharlo para tomar impulso en lugar de que nos paralice.

Mi experiencia personal me dice que hay que creer en uno mismo. Hay que escuchar lo que te dicen para luego tomar la decisión que tú creas conveniente y, aunque la situación sea complicada, será mucho más fácil solucionarla si crees en ti mismo. Esto no significa que el miedo desaparezca, porque seguiremos teniendo temores, pero aligera la carga bastante.

Este tipo de miedo es bueno, te hace sentirte vivo y puedo garantizaros que ha sido y está siendo un muy buen compañero en mi vida profesional. Así que, ¡¡no tengáis miedo!!

Y disfrutad de unas merecidas vacaciones; volveré a asomarme a esta ventana en septiembre. ¡Feliz verano!

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