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Comunidades energéticas y la España vacía

Por Miguel Ángel Jiménez

Retomo en este post una de las ideas lanzadas por uno de los blogueros colaboradores de C de Comunicación, Juanjo Catalán, quien comentaba en su última entrada la puesta en marcha de comunidades energéticas, sobre todo de carácter local, como uno de los puntales de la transición energética. En este escenario que está emergiendo, el consumidor (sea un grupo de ciudadanos, una empresa o una entidad pública) ejerce un papel menos pasivo como cliente energético y pasa a ser más participativo, pues actúa también como generador de energía, con una información más transparente de sus consumos.

Así, se podría decir que estamos en los albores de un modelo energético más democrático y menos centralizado; un modelo que en otros países de Europa, como Holanda, Bélgica o Francia, ya cuenta con proyectos en marcha, y que se está empezando a plasmar también en España (como Som Energia o Enercoop, por citar algunos).

Los impulsores de las comunidades energéticas locales pueden ser desde un municipio hasta una pyme –o bien una asociación de pequeñas empresas– pasando por un grupo de ciudadanos que se embarcan en un proyecto común. El objetivo es producir energía eléctrica de manera organizada o mancomunada utilizando energías renovables y fomentando el autoconsumo; se consigue así cubrir la demanda energética de sus integrantes, emitir menos emisiones de CO2 y luchar contra el cambio climático, y contribuir además a solventar situaciones de pobreza energética.

Las comunidades energéticas fomentan el autoconsumo.
Las comunidades energéticas apuestan por el autoconsumo fotovoltaico (imagen de Som Energia).

Las ventajas de lo local

Uno de los elementos más interesantes de las comunidades energéticas, sobre todo las de índole local, es que tienen un impacto más directo y beneficioso sobre el tejido empresarial de la zona. Impulsadas por ciudadanos o por el municipio, tratan de apoyarse en proveedores locales y que el asesoramiento y los trabajos de instalación y montaje sean realizados por empresas instaladoras del entorno.

En este sentido, desde el portal Suelo Solar señalan que los proyectos de energía comunitaria “generan entre 2 y 8 veces más ingresos locales” que una infraestructura realizada por una empresa externa, como así ocurre en proyectos de grandes dimensiones de solar fotovoltaica o eólica, donde la mayor parte del beneficio no se queda en la región.

Del mismo modo, estas comunidades energéticas son un pilar muy interesante para promover pequeñas industrias, a modo de graneros de innovación. Estas organizaciones siempre estarían más dispuestas a proveerse de los equipos (paneles solares, protecciones eléctricas, inversores…) y soluciones diseñadas por un fabricante con sede en la región.

Proyecto de comunidad energética rural

Cabe destacar en este sentido la primera comunidad energética rural de España, llevada a cabo en Castilfrío de la Sierra, una pequeña población con 40 habitantes empadronados en la provincia de Sora. Con este proyecto, en el que han colaborado Red Eléctrica, Megara Energía y Caja Rural de Soria, el consistorio cubre parte de sus demandas comunes de electricidad a través del autoconsumo fotovoltaico.

Comunidad energética rural en un pequeño municipio de Soria.
Castilfrío de la Sierra (Soria) ha puesto en marcha la primera comunidad energética rural.

Mediante el uso de dos instalaciones de autoconsumo fotovoltaico situadas en dos edificios municipales, se estima que se podrá reducir el gasto energético del ayuntamiento en torno a un 60 %. Se trata de una iniciativa que ha sido gestionada por una asociación vecinal, pero también podría ser una cooperativa o cualquier otro tipo de organización.

Es evidente que proyectos de estas características, o similares, constituyen una óptima alternativa para generar empleo y actividad en zonas con un alta despoblación; permiten cierta autonomía en el consumo energético y pueden contribuir a crear una comunidad de empresas e industrias locales relacionadas con este ámbito. Esperemos que el ejemplo cunda. La llamada España vacía podría estar menos deshabitada.

Apostar por lo micro

Para concluir, sería muy necesario que las Administraciones Públicas jugaran un papel más proactivo en el fomento de estas comunidades energéticas locales. Un hecho positivo es que el Ministerio de Transición Ecológica lanzó hace un mes la convocatoria de “expresiones de interés” para identificar mecanismos que sirvan para promover las comunidades energéticas locales; pero quizás no sea suficiente.

En un año como 2021, en el que se prevé que llegue la primera remesa de los millonarios fondos europeos para la recuperación económica, las organizaciones empresariales y asociaciones sectoriales deben actuar también para que parte de esas inversiones se canalicen no solo a grandes proyectos e infraestructuras –sin duda, necesarios– sino también a iniciativas locales o regionales, más modestas, pero cuyos beneficios se capilarizan a más actores, incluyendo los ciudadanos, tantas veces olvidados.

Cuídense mucho y sean prudentes.

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