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Precariedad y esclavos multidisciplinares

Nos hallamos en pleno fragor de la campaña política más competida de los últimos años, en la que los candidatos copan de forma abrumadora, casi hasta el hartazgo, programas de televisión, artículos en prensa, bloques radiofónicos y espacios en Internet. Muchas de las voces que hemos escuchado han hecho hincapié en la precariedad que predomina las relaciones económicas y laborales desde el inicio de la recesión: ya saben, para miles de españoles los sueldos se encogen de forma directamente proporcional al compromiso que se les exige y a las horas que trabajan.

En este sentido, en la primera de las Mesas Sectoriales de Matelec organizada por Cuadernos de Material Eléctrico el pasado 1 de diciembre en Valencia, salió a relucir también otra cara de esa precariedad que los profesionales de la instalación llevan padeciendo en los últimos años, una fragilidad derivada del papel casi omnímodo que ha ejercicio el constructor, que imponía su ley implacable: la rebaja constante de costes llevada hasta el límite, en los materiales de construcción, los equipamientos, la mano de obra… En ese objetivo no se han atendido de forma adecuada otros criterios importantes, sobre todo la eficiencia energética de la edificación y de sus instalaciones.

En este contexto surgió la pregunta: ¿cómo se pueden realizar descuentos en equipos y productos que superan incluso el 80% por parte de los fabricantes? La empresa constructora va apretando las tuercas a los distintos proveedores y esa escalada de descuentos se traslada también al resto de la cadena y a las empresas que ejecutan las instalaciones, que ven reducida su aportación técnica y su buen hacer a mera de mano de obra, cada vez más barata y menos apreciada.

¿Dónde queda entonces la rentabilidad? Al decir de muchos profesionales, el instalador ha buscado durante muchos años esa rentabilidad en el margen que obtenía en la adquisición de los equipos y soluciones que iba a instalar, olvidando que su experiencia y habilidades técnicas son parte intrínseca de su trabajo, por el que se debería cobrar también un precio justo. Además, han aparecido nuevas normativas y tecnologías más avanzadas, por lo que el mercado le exige un conocimiento especializado y multidisciplinar. En esta evolución, denunció Rafael Castillo, presidente de ASELEC (asociación valenciana de empresarios instaladores), los grandes contratistas quieren contar no con equipos de trabajo sino con “esclavos multidisciplinares”, siempre preparados para adaptarse a las, muchas veces, draconianas condiciones que imponen las constructoras.

Además, y así quedó patente en esta mesa sectorial, “el problema es que siempre se encuentra a alguien que hace el trabajo más barato”, una tendencia que no conduce al  progreso del sector, sino a un crecimiento asimétrico y desequilibrado, donde también sale perjudicado el resultado final de cualquier proyecto.

La buena noticia es que la situación está empezando a cambiar y se percibe una corriente en la que cada vez más empresas instaladoras están cobrando conciencia de que su supervivencia y continuidad con éxito pasa por dignificar su trabajo, ser competitivos, pero no malbaratando su contribución, y aportar valor; esto les ayudará también a generar confianza en sus clientes –por experiencia, es aconsejable desconfiar de lo demasiado barato, podría afectar a la calidad y la seguridad–.

Así las cosas, deseamos a todos los integrantes de la cadena de valor del sector un año 2016 con mejores resultados, menos precariedad, más sostenible (¡qué buena noticia el acuerdo sobre el clima de París!) y donde el precio sólo sea un elemento más. ¡¡Felices fiestas!!

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Andrés Gálvez
Andrés Gálvez
14/12/2015 18:00

Excelente y clarificador tu artículo amigo Miguel Ángel, y muy acertado el comentario de Rafael Castillo al hablar de “esclavos multidisciplinares”. Pero opino que esta situación no acabará porque sí, o de hoy para mañana como si hubiese sido un sueño.
A mi entender cambiará cuando el sector de los instaladores y las empresas instaladoras sean conscientes del valor añadido que aportan con su trabajo y conocimientos, algo que aún dista bastante, y que creo que por sí solos estas mini, mini, mini pymes no lograrán.
Y ahí es donde las asociaciones y los gremios tienen mucho que hacer, pero para comenzar ellos tienen que creer en sus organizaciones, que por otro lado también tienen que reflexionar y analizar si lo que hacen actualmente “vale” para sus asociados.
Es posible lograrlo, aunque convendremos que es tarea compleja, pero ahí viene el 2016, iniciemos el trabajo. ¡Ah! y Felices Fiestas!

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