Inicio / Opinión / Miguel Ángel Jiménez / ¿Cambiar de apellido cambia al profesional?

¿Cambiar de apellido cambia al profesional?

Por Miguel Ángel Jiménez

Hoy en día los términos ‘electricista’ o ‘antenista’, por nombrar algunas de las denominaciones de los instaladores especializados en una u otra materia, se han quedado obsoletos porque son reduccionistas y limitan las tareas que desarrollan. El profesional de la instalación del siglo XXI, que ha atravesado los azarosos años de la crisis –económica, de la construcción, financiera…–, se está transformado en un nuevo perfil profesional, aspecto que ya hemos tratado en este blog.

Este nuevo perfil responde a todas las mutaciones que se están viviendo en el sector eléctrico, y campos auxiliares, donde han surgido nuevos modelos de consumo y que está dando paso a un mercado más complejo que abre posibilidades para todo tipo de organizaciones. En este proceso las empresas instaladoras, sobre todo de tamaño medio, son las que más han sufrido en este periodo de recesión, originando a partir de su desaparición micropymes que están luchando por sobrevivir.

En el contexto actual, un aspecto muy relevante es que la información fluye con más abundancia que en el pasado; Internet y las redes sociales son ahora canales a los que recurren profesionales jóvenes, y no tan jóvenes, y el instalador comprueba que, a veces, el cliente cuenta con una amplia formación y puede saber incluso más que él. Surge entonces la necesidad de buscar aliados y, en ocasiones, los encuentra entre sus propios competidores.

De aquí que, desde hace un tiempo, se esté empleando un nuevo ‘palabro’, coopetition, concepto anglosajón –ya saben ustedes, siempre el inglés– que combina las palabras competencia y cooperación, y que identifica una novedosa forma de afrontar este nuevo paradigma en el sector de las instalaciones: la colaboración entre dos o tres empresas que, aun siendo competencia, abandonan la desconfianza natural y establecen alianzas para poder abarcar proyectos de mayor tamaño, o para satisfacer mejor las demandas de sus clientes; suman sus valores, en lugar de desgastarse en otras luchas y perder un cliente.

Así, en este mundo de convergencia de tecnologías, un instalador eléctrico, que no conoce los equipamientos de control de accesos, o de ICT2 o televisión, se asocia con una firma especializada en estas materias para ejecutar una solución integral en una comunidad de vecinos; o bien una ingeniería de telecomunicaciones que se ha hecho con un proyecto de un edificio de oficinas, pero que desconoce cómo diseñar un sistema de iluminación o una solución de videovigilancia para todo el inmueble, se alía con una compañía especializada en alumbrado y con otra de seguridad para abordar toda la obra. Los ejemplos son múltiples, porque, sobre todo, así lo demanda el cliente, que prefiere a un único interlocutor.

Esto nos lleva a un cambio de mentalidad que, como me contó recientemente Juan José García, presidente de la asociación madrileña AMIITEL, supone cambiar de apellido al profesional de la instalación: asesor tecnológico, en lugar de instalador; aportar servicio, en lugar de instalar equipos. Algo sencillo de decir, pero complicado de llevar a la práctica, y en donde las asociaciones sectoriales pueden prestar mucha ayuda.

La realidad se mueve más deprisa de lo que parece, y habrá entonces que buscar un nombre nuevo para designar las tareas que realiza un instalador, tanto las tradicionales como las nuevas. Parece que el de integrador gusta. Pero, ¿servirá sólo un cambio de apellido para cambiar la mentalidad y afrontar los retos de hoy? Espero sus comentarios.

Notificar nuevos comentarios
Notificar
guest
0 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
Scroll al inicio